Jubileo Roma 2025 – JMV Colombia

En Juventudes Marianas Vicentinas creemos que cada encuentro con Cristo deja huellas profundas en el corazón y fortalece nuestro caminar como Iglesia. Hoy compartimos la experiencia de Harving y Daniela, una pareja de JMV Colombia, que participó en el Jubileo de los Jóvenes en Roma 2025. Lo que vivieron es un signo de cómo el Señor actúa en la vida de los jóvenes que se abren a su gracia: transforma, renueva y enciende en ellos el deseo de ser misioneros de la esperanza.

Testimonio de Harving y Daniela

“Participar en el Jubileo de los Jóvenes en Roma fue para nosotros una experiencia que marcó nuestra vida y nuestra fe de una manera que aún hoy nos conmueve profundamente. Como pareja, con un amor que se ha fortalecido en el camino dentro de Juventudes Marianas Vicentinas, llegar a Roma significó no solo un viaje físico, sino un verdadero peregrinar del corazón.”

Desde el primer instante, al ver las calles de Roma repletas de jóvenes de todas las naciones —146 países ondeando sus banderas, cantando en diferentes idiomas y unidos por una misma fe —, sentimos que estábamos frente a un milagro vivo: la Iglesia joven, alegre, esperanzada y en movimiento. Cada mirada, cada canto, cada sonrisa de los hermanos que conocimos —algunos viejos amigos, otros apenas conocidos— nos recordaba que no estábamos solos en este camino, que formamos parte de un pueblo inmenso que camina hacia Dios.

La Misa de bienvenida, el 29 de julio, fue presidida por Monseñor Rino Fisichella. Al finalizar la Eucaristía, recibimos la sorpresa del saludo del Papa, quien nos recordó: “Ustedes son la sal de la tierra […] la luz del mundo” (Mt 5,13-14). Y hoy sus voces, su entusiasmo, sus gritos, que son todos por Jesucristo, los van a escuchar hasta el fin del mundo. Hoy están empezando unos días, un camino, el jubileo de la esperanza, y el mundo necesita mensajes de esperanza; ustedes son este mensaje, y tienen que seguir dando esperanza a todos. Oremos por la paz y seamos testimonios de la paz de Jesucristo, de la reconciliación, esta luz del mundo que todos estamos buscando”.

Uno de los momentos más intensos fue la vigilia con el Papa León XIV. Estábamos allí, entre un millón de jóvenes, arrodillados bajo el mismo cielo estrellado, y sentíamos que el Espíritu Santo soplaba fuerte, renovando nuestras vidas. El Papa, con sus palabras cercanas y su mirada que abrazaba a todos, atravesaron nuestro corazón: nos invitó a no tener miedo, a confiar en Cristo como roca firme, a tomar decisiones valientes en nuestras vidas, y a cultivar amistades verdaderas en Él.

En medio de cantos, lágrimas y silencios compartidos, experimentamos algo que nunca olvidaremos: la certeza de que Dios nos ama y que nos llama, como pareja, a ser testigos de ese amor en cada espacio de nuestra vida. Sentimos que nuestro amor —fortalecido en la oración y en el servicio dentro de JMV— es también un camino para anunciar la Buena Nueva. En esos instantes entendimos que amar al otro en Cristo es también ser misioneros de su Reino.

El momento de adoración fue indescriptible. En el silencio de un millón de corazones, arrodillados ante Jesús Eucaristía, sentimos un calor que nos llenaba de paz. Nos miramos, tomados de la mano, y supimos que nuestra historia estaba entretejida con algo mucho más grande que nosotros: el plan de Dios. Fue un instante de lágrimas de alegría, de arrepentimiento sincero y de perdón profundo.

Hoy, al recordar esos días, damos gracias a Dios por permitirnos vivir esta experiencia de encuentro, misión y esperanza. El Jubileo de los Jóvenes en Roma no solo nos acercó más al Papa y a la Iglesia, sino que también nos acercó más el uno al otro y, sobre todo, más a Jesús; y a María, Madre y modelo de nuestra vocación vicentina.

Regresamos con un corazón ardiente, con el deseo de seguir construyendo comunidad, de dar testimonio en medio de nuestras realidades y de invitar a otros jóvenes a descubrir que en Cristo está la verdadera alegría. Porque como nos recordó el Papa esa noche: la amistad en Cristo puede cambiar el mundo, y el amor verdadero siempre tiene rostro de misión y de esperanza.

Con amor profundo,
Harving y Daniela – JMV Colombia

Conclusión

El testimonio de Harving y Daniela es un reflejo de lo que significa ser joven vicentino en misión: descubrir a Cristo vivo en la Iglesia universal, dejarse transformar por su amor y regresar con el corazón encendido para anunciarlo en la vida cotidiana. Que su vivencia en el Jubileo de los Jóvenes en Roma sea también una invitación para todos a confiar en el Señor, a caminar con María y a ser testigos de que en Jesús está la verdadera alegría y la esperanza que el mundo necesita.

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