HISTORIA DE JMV

Somos una asociación internacional de jóvenes católicos nacida por el deseo expreso de la Santísima Virgen María, manifestado el 18 de julio de 1830 a santa Catalina Labouré en París, Francia. Así lo expresó sor Catalina Labouré a su director el P. Juan María Aladel, CM: «La Santísima Virgen quiere confiarle una misión, quiere que dé comienzo a una asociación de la cual usted será su fundador y director. Se trata de una cofradía de Hijos e Hijas de María». Algunos meses después, la Santísima Virgen María le confiaría a sor Catalina una nueva misión: mandar a acuñar la Medalla Milagrosa, que sería la insignia de la Asociación. 

De 1830 a 1847, el P. Aladel inició su misión y estableció los primeros quince grupos de las Hijas de María en París y sus alrededores. La primera Hija de María se llamaba Benigna Hairón, procedente de los internados que llevaban las Hijas de la Caridad. A las primeras reuniones de las Hijas de María se les denominaban «Cenáculos Marianos».

El Superior General, P. Juan Bautista Etienne, obtuvo la Aprobación Pontificia dada por el Papa Pío IX mediante los rescriptos del 20 de junio de 1847 (para la rama femenina) y 19 de julio de 1850 (para la rama masculina) con el nombre de «Asociación de Hijas e Hijos de María Inmaculada». El Papa confió el cuidado de nuestra Asociación al Superior General de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad, quien será en adelante su Director General. El apoyo prestado por los Superiores Generales y el aliento, admiración y bendición recibida de los Sumos Pontífices contribuyeron a la expansión de la Asociación.

De 1848 a 1870 se realizó la expansión fuera de Francia, la Asociación llegó a América, Asia y África. El 19 de septiembre de 1931, el Papa Pío XI concedió a la Asociación la facultad de establecerse en todas las parroquias, con el permiso de los Obispos, y estableció su Sede Central en la Capilla de las Apariciones (Rue de Bac 140, París, Francia).

La canonización de Santa Catalina Labouré en 1947 por el Papa Pío XII enfervorizó el espíritu y nos preparó para recibir el aire renovador del Concilio con el que se dio un nuevo impulso en vida y en el aumento de miembros en todo el mundo.

A partir de las orientaciones del Concilio Vaticano II, la Asociación renovó sus estructuras, unió en una sola realidad a chicos y chicas, reforzó su compromiso caritativo-social y actualizó su nombre a «Juventud Mariana Vicenciana». Logró clasificar a los miembros por etapas: Infantiles, Juveniles, Jóvenes, Jóvenes Mayores, Adultos, Familias Marianas Vicencianas, las Hijas de María casadas y las Hijas de María Mayores, teniendo cada una de ellas una formación, una exigencia y un compromiso distinto de acuerdo con el crecimiento de la fe. Con esta renovación se fue dando más responsabilidad a los jóvenes dentro de la vida y marcha de la Asociación.

En 1997, la Asociación retomó su andadura internacional con un Foro de Responsables, organizado en París durante la XII Jornada Mundial de la Juventud. 

El 2 de febrero de 1999, la Santa Sede aprobó los nuevos Estatutos Internacionales y reconoció el cambio de denominación manteniendo la misma identidad. En febrero de ese mismo año, el P. Robert Maloney, CM, entonces Director General, estableció la sede del Secretariado Internacional de JMV en Madrid, España. 

En agosto del año 2000, en el marco del Jubileo de los jóvenes, se celebró la I Asamblea General en Roma, siendo la primera de las cuatro que se han realizado hasta la fecha.

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