CONSAGRACIÓN MARIANA


La Consagración Mariana ha estado presente en JMV desde sus inicios y es la expresión más relevante de la espiritualidad de la Asociación. La Consagración expresa que el joven asume su adultez en la fe, desde la identidad mariana y vicenciana.
Aquí podéis encontrar ya la nueva fórmula, acompañada por una sencilla explicación y una propuesta para su celebración.
En la I Asamblea General (Roma, 2000), los miembros de Juventud Mariana Vicenciana nos comprometimos: «Promoveremos y profundizaremos la Consagración propia de la Asociación como signo de pertenencia a ella, utilizando una misma fórmula en todas las asociaciones nacionales» (cf. AG 2000, Documento Final 3,3). Queremos recuperar y revalorizar este dinamismo que ha estado presente en la vida de la Asociación desde sus comienzos y que es la expresión más relevante de su espiritualidad. Por eso, el Consejo Internacional trabajó intensamente durante dos años, consultó a los Consejos Nacionales y aprobó, en su reunión del 12 de enero de 2015, una nueva fórmula, acompañada por una sencilla explicación y una propuesta para su celebración. No quiere ser un tratado de teología sistemática o una catequesis sobre la Consagración Mariana… hay mucha gente que podrá luego hacer ambas cosas [1]. Lo que perseguimos es que este material sea un medio sencillo al alcance de los jóvenes. Toca ahora a cada Consejo Nacional la tarea de darlo a conocer, elaborar materiales atractivos para su divulgación, ubicarla adecuadamente dentro del proceso catecumenal y fijar los criterios concretos para su celebración, de manera que el momento de la Consagración exprese adecuadamente que el joven asume su adultez en la fe, desde la identidad mariana y vicenciana.
A Jesús con María
¡Señor Jesús, a ejemplo de María,
quiero descubrirte!
Con ella, Madre de la Iglesia,
quiero ser presencia joven
en el seno de una comunidad servidora,
comprometiéndome con generosidad
a la evangelización.
¡Señor Jesús, a ejemplo de María,
quiero seguirte!
Con ella, hija predilecta de Dios Padre,
quiero ser como Tú,
evangelizador de los pobres,
en fidelidad a la consagración bautismal,
siendo constructor de vida, amor y paz!
¡Señor Jesús, como María,
quiero amarte!
Con ella, Virgen orante,
llena del Espíritu Santo
quiero hacer de mi vida
un camino de Oración y Servicio,
en la sencillez y humildad,
asumiendo la espiritualidad del Magnificat.
¡Señor Jesús, como María,
quiero entregarme!
Con ella, la primera discípula,
quiero abrir mi corazón y mi mente a la misión,
para que los dones que Tú me has regalado
lleguen a los jóvenes del mundo,
siendo tus manos, Señor, para los demás.
¡Oh María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti!
«La Asociación ofrece a los jóvenes la Consagración a Cristo por María como una manera de explicitar su consagración bautismal y hacer de su vida un don total a Cristo, desde el servicio y la evangelización de los pobres, eligiendo a María como Madre y modelo de vida. La Consagración a Cristo por María será fruto del conocimiento profundo de la Asociación, de la formación en la fe y de un discernimiento serio en el Espíritu». (Estatutos Internacionales JMV, n.º 10).
Noción
La consagración hoy es una propuesta sencilla, sugerente y que queremos actualizar.
Es sencilla aunque tenga varias acepciones y aplicaciones en otros campos. Términos parecidos a consagración son entrega, dedicación, ofrenda, opción, etc., pero no la superan. El Decreto «Perfectae Caritatis» del Concilio Vaticano II, n.° 5, dice que toda consagración en la Iglesia «radica íntimamente en la consagración del bautismo» y que «la expresa con mayor plenitud». Cualquier otra consagración, matrimonial o sacerdotal, por ejemplo, está ordenada a hacer, «recoger más copiosamente los frutos de la gracia bautismal» (Lumen Gentium 44).
Por eso mismo la palabra consagración es sugerente, pues se trata de la misma consagración bautismal expresada con mayor plenitud. Por el Bautismo nos entregamos totalmente a Dios, para hacer de nuestra existencia una ofrenda agradable a él (Rm 6,11-13; 12,1) y vivir para Jesucristo (2Cor 5,15), mediante la acción del Espíritu, como miembros de la Iglesia. Por eso los miembros de JMV quieren reafirmar la entrega de toda su vida a Dios, mediante el acto de consagración. Esta consagración-entrega-opción se configura de hecho como seguimiento de Cristo, camino que los jóvenes quieren recorrer junto con María. Por eso, más que un acto superficial de piedad o término de una rutina reglamentaria es un modo de vivir, un estilo de vida, es sintonizar con María para vivir con mayor intensidad y fidelidad nuestra consagración bautismal.
La consagración es también una vivencia que queremos actualizar. Hoy en día se habla de dedicar la vida al deporte, a la familia, a la profesión, etc., esto conlleva una entrega, una valentía, un compromiso y un testimonio de vida. Igualmente, los jóvenes que hacen la consagración a Cristo con María se entregan a la causa de Jesús, con sus vidas y en medio del mundo (con todo lo que son, lo que tienen y lo que hacen) proclaman a todo el mundo su opción cristiana. La consagración mariana nos conduce a la santidad desde el compromiso apostólico. Supone una apertura a las diversas formas de colaboración y servicio que responden a las necesidades del mundo de hoy.
¿Cómo definir o describir la consagración en JMV?
De muchas maneras, desde luego, pero no se trata tanto de precisión de palabras sino de realidad de obras. Podría expresarse así: es una decisión personal firme, sincera y libre de vivir las exigencias bautismales, entregándose plenamente al seguimiento de Cristo y a la construcción de su Reino, inspirándose en la entrega de la Virgen María y optando vicencianamente por la evangelización de los pobres.
La consagración es una respuesta de fe que se convierte en programa de vida. Es nuestro sí a la invitación de Cristo: «Si quieres… sígueme» (cf. Lc 9,23). Consagrarse es vivir intensamente en Cristo y por Cristo, siguiendo el Evangelio y buscando la perfección del amor. Para realizar este ideal encontramos en María el camino que conduce más directamente a él. Al hacer nuestra consagración hacemos nuestro su «fiat» a la voluntad de Dios (Lc 1,38) y la acogemos filialmente como el discípulo en su casa: «Ahí tienes a tu Madre» (Jn 19,27). Por eso nuestra divisa es «A Jesús con María». Porque María potencia el don de nosotros mismos, nuestra disponibilidad y nuestra colaboración efectiva en la construcción del Reino.
Es bueno recordar la definición que hizo Pío XII de la consagración a la Madre de Dios: «Es un don completo de sí mismo, para el tiempo y la eternidad; es un don no de puro formalismo o de puro sentimiento, sino un don efectivo, realizado en la intensidad de la vida cristiana y mariana, en la vida apostólica» [2]. El teólogo Karl Rahner, tratando el mismo tema, llama «hora estelar» a ese momento (momento de la eternidad en el tiempo) en que un cristiano decide para siempre el rumbo de su propia vida [3]. Bello nombre (hora estelar) para expresar el momento de la consagración. Como la Asociación ha mantenido siempre, «la consagración es su alma», es el alma de su espiritualidad.
Inspiración Mariana
En JMV, la Virgen María es la madre, la fundadora, la catequista, nuestro modelo en el seguimiento de Cristo. Escribe Catalina Labouré: «Un día le dije al P. Aladel: La santísima Virgen quiere que usted comience una asociación de la que será fundador y director; se trata de una asociación de Jóvenes de María, a quien la santísima Virgen concederá muchas gracias» [4]. ¡Jóvenes de María! Bella denominación para los miles de jóvenes que en tantos lugares del mundo conforman pequeñas comunidades de fe.
Naturalmente, el tomar a la Virgen María como modelo supone una constante inspiración en su ejemplo, un recurso confiado y suplicante a su intercesión, un compromiso por fomentar su culto y, sobre todo, una identificación con ella, especialmente en los valores-virtudes tradicionales en la Asociación: humildad, disponibilidad, caridad, transparencia y sencillez. E incluye el conocimiento profundo de su persona, de su relación con Cristo y con la Iglesia. María es la primera creyente. Su «fiat» al anuncio del ángel es su consagración a Dios, la «hora estelar» de su vida. Una «hora estelar» realizada en el tiempo y para siempre, modelo y estímulo de la «hora estelar» de todos nosotros.
Apostolado al estilo vicenciano
Toda espiritualidad desemboca en apostolado (cf. Mc 3,14). Insertos por el bautismo en el Cuerpo Místico de Cristo… Somos destinados al apostolado por el mismo Señor… para dar testimonio de Cristo en todas las partes del mundo. El apostolado se ejerce en la fe, en la esperanza y en la caridad, que derrama el Espíritu Santo (cf. Apostolicam Actuositatem 3).
Mientras que Cristo sale a nuestro encuentro en la Palabra y en los Sacramentos cada vez que la comunidad se reúne en nombre del Señor, pasa también por nuestra vida cotidiana en la persona de los pobres y en los acontecimientos del mundo. Acoger a los pobres es acoger a Jesús. Sin los pobres no podemos estar con Cristo y a la inversa, Cristo no es separable de los pobres: ellos son su sacramento (Mt 25, 40). Por eso, hacemos una opción por los pobres como campo predilecto de nuestro apostolado. Como María en el Magnificat, queremos estar al lado de los necesitados. JMV quiere trabajar con ellos para evangelizarles y dejarse evangelizar por ellos, queremos con ellos buscar su promoción humana integral. De esta manera hacemos efectiva nuestra entrega a Cristo y creíble nuestra fe en medio del mundo.
San Vicente es el santo de la misión y la caridad, orientada a los más pobres. San Vicente es tomado como modelo y protector de la Asociación, después de la Virgen María. Tanto en el campo de la espiritualidad (centrada en Cristo y en los pobres), como en el del apostolado (misión y caridad), la nota vicenciana ofrece un horizonte sumamente sugestivo y atrayente para los jóvenes con ideales. En la escuela de Vicente de Paúl, JMV aprende a «pasar incesantemente del amor afectivo al amor efectivo», que es el servicio a los pobres, emprendido con alegría, constancia, humildad, y creatividad. Por eso JMV pertenece a la Familia Vicenciana, a esa procesión de congregaciones y asociaciones que nacieron directamente de san Vicente o se inspiraron en su carisma para continuar en la Iglesia la realización del proyecto de Jesús, evangelizador y siervo de los pobres.
La Consagración: «aspiración» de todos
Evidentemente la consagración es una decisión seria, es aspirar a una entrega total efectiva. Pero antes de ser un compromiso o ideal por realizar, es una llamada, una gracia, una acción de Dios que toca y transforma al ser humano en su realidad más profunda. En todo caso, la consagración a Cristo con María debe ser una aspiración de todos los miembros de JMV, es decir, todos deben aspirar a hacerla y vivirla. Es una decisión seria porque pertenecer a la Asociación supone un compromiso. Por eso, la consagración será el fruto de una fe madura de la cual brota un «sí» espontáneo, libre y responsable. JMV no es un club de amigos que se reúnen cuando gustan para una determinada tarea o simplemente para encontrarse y comunicarse. No es tampoco el grupo genérico de jóvenes de una parroquia que quieren colaborar temporalmente en ciertas actividades, sino una Asociación eclesial que vive en fidelidad a un carisma y una misión que le han sido confiados. Consagrarse en la Asociación es seguir a Jesús, el amigo que nos pide vivir en coherencia y radicalidad su Palabra. En el fondo de la consagración existe un deseo profundo de escuchar la Palabra, meditarla, compartirla y ponerla en práctica.
Necesidad de una formación adecuada
La consagración exige pleno uso de la libertad y, por tanto, pleno conocimiento de uno mismo, de Cristo, de la vida cristiana, del papel de María en el plan salvífico de Dios, del carisma vicenciano y de la Asociación. En pocas cosas ha insistido tanto la Iglesia y sus instancias como en la necesidad de formación. También la Asociación, porque «es ella la clave del camino de nuestra fe» (AG 2000, Documento final, 2). Y es que, sin el conocimiento progresivo de Jesucristo, de la Virgen María y del ser cristiano no se puede llegar a vivir con fervor, con ideales de amor y de servicio. No se ama lo que no se conoce. Si se llega a conocer el sentido cristiano de la consagración, el valor de la entrega a Dios y a su Reino, será fácil aspirar a ella, vivirla y formularla. Por eso, el acto de consagración no puede improvisarse; es un acto tan denso y un compromiso vital que requiere una maduración y una preparación adecuada para que sea «fruto del conocimiento profundo de la Asociación, de la formación en la fe y de un discernimiento serio en el Espíritu» como piden los Estatutos Internacionales.
La fórmula de la Consagración «A Jesús con María» es bellísima y progresiva
1.° Descubrirte: Llego a JMV con un conocimiento de mi fe que proviene de la tradición familiar. Comprendo que tengo que descubrirte personalmente. Tú me dijiste que pida y se me dará, que busque y encontraré, que toque y se me abrirá (Mt 7,7). María, la primera que lo hizo, me ayudará.
2.° Seguirte: Solo tus pasos, eres el Camino, me llevarán a donde Tú quieras. María te siguió siempre, aún antes de que te diera a luz. Su caminar no fue por alfombras suaves, sino por asperezas oscuras. Peregrina de la fe, dándome la mano, me alumbrará el camino en pos de ti, con confianza y esperanza.
3.° Amarte: Al experimentar tu amor a todos, me será fácil el amarte. Podré repetir lo de san Agustín: mi corazón estaba inquieto hasta que te encontré y te seguí. Y seguirá inquieto hasta que te siga encontrando más y más. ¿Quién te amó más que María, tu madre y la mejor de tus seguidores? Su corazón encenderá el mío.
4.° Entregarme: Quien ama no puede descansar hasta entregarse por entero a la persona amada. Sobre todo si la persona amada es lo más amable y se entregó antes por él. Al entregarme a ti, no podré hacer otra cosa que entregarme a los tuyos, que ya son míos también, especialmente a los jóvenes y a los más pobres del mundo. Esa es mi consagración. María, la primera consagrada y la aurora de la evangelización, me enseñará la manera.
Si la celebración se realiza dentro de una Eucaristía, la Consagración se hará después de la homilía o después de la comunión. La consagración también se puede hacer dentro de una Celebración de la Palabra. Les presentamos algunas sugerencias que se pueden prestar para cualquiera de las dos situaciones.
I. Canto de entrada
II. Oración inicial
Padre bueno, tu Espíritu Santo santificó a la Virgen María desde el primer momento de su existencia. Ella recibió tu Palabra llena de fe y se hizo Madre de nuestro Salvador. Hoy estamos reunidos aquí para honrarla y, junto con ella, renovar nuestro compromiso bautismal. Te pedimos que nos envíes tu Espíritu Santo para que, como María, recibamos tu Palabra llenos de fe y podamos responder a ella en nuestras vidas. Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo…
III. Primera Lectura
Sugerencias:
- Génesis 3,1-15 (Enemistad entre la mujer y la serpiente)
- 1 Crónicas 17,1-15 (La profecía de Natán)
- Proverbios 8,22-35 (La Sabiduría creadora)
- Cantar de los Cantares 4,1.7-9.12-15 (La belleza de la novia)
- Sofonías 3,14-20 (La promesa de un Salvador)
IV. Salmo Responsorial
Sugerencias:
- 1 Samuel 2,1-10 (Cántico de Ana)
- Salmo 98 (El juez de la tierra)
- Salmo 40 (Acción de gracias y petición de auxilio)
- Salmo 45,10-17 (2ª parte del epitalamio real)
- Salmo 131 (Con espíritu de infancia)
V. Segunda Lectura
Sugerencias:
- Gálatas 4,1-7 (La filiación divina)
- Apocalipsis 12,1-6 (Visión de la mujer y el dragón)
- Efesios 1,3-14 (El plan divino de la salvación)
- 1 Pedro 2,4-9 (El sacerdocio del Pueblo de Dios)
- Romanos 5,12-19 (Adán y Jesucristo)
VI. Evangelio
Sugerencias:
- Lucas 1,26-38 (La anunciación)
- Lucas 1,39-45 (La visitación)
- Lucas 1,46-56 (Cántico de María)
- Mateo 5,13-19 (Sal de la tierra y luz del mundo)
- Lucas 2,22-35 (Presentación de Jesús en el Templo)
- Juan 2,1-11 (Las bodas de Caná)
- Juan 19,25-27 (Jesús y su madre)
- Marcos 3,31-35 (El verdadero parentesco de Jesús)
- Lucas 4,16-22 (Inicio del ministerio de Jesús en Nazaret)
- Mateo 25,31-46 (El juicio final)
VII. Llamamiento
El sacerdote (o presidente, si la celebración no se hace durante la Misa) lee los nombres de los miembros de la Asociación que van a hacer la Consagración, diciendo:
«Después de una deliberación del Consejo celebrado el día _____________________, han sido aceptados para hacer su consagración a Jesús con María, en la Asociación de Juventud Mariana Vicenciana los siguientes jóvenes…»
Al oír su nombre, se acercan al altar. Opcionalmente los jóvenes pueden decir «A Jesús con María».
VIII. Diálogo
- Sacerdote: Queridos jóvenes, ¿qué desean en este día?
- Jóvenes: Queremos consagrarnos a Jesús con María en la Asociación Juventud Mariana Vicenciana.
- Sacerdote: ¿Están dispuestos a comprometerse en la Asociación?
- Jóvenes: Sí, estamos dispuestos, con la ayuda de Dios.
- Sacerdote: ¿Saben a qué se comprometen con esta Consagración?
- Jóvenes: A vivir una plena vida cristiana, siguiendo a Jesucristo, evangelizador de los pobres, imitando las virtudes y entrega generosa de María, dedicándonos al servicio y evangelización de los pobres como nos enseñó San Vicente de Paúl.
- Sacerdote: ¿Prometen adquirir las virtudes que deben caracterizar a un Joven Mariano Vicenciano: espíritu de colaboración (humildad), sensibilidad ante las pobrezas (caridad), transparencia (pureza y sencillez) y buscar siempre la voluntad de Dios (obediencia)?
- Jóvenes: Sí, lo prometemos.
- Sacerdote: Queridos jóvenes, considerando sus deseos y buenas disposiciones les invito, en la presencia de esta comunidad cristiana aquí reunida, a hacer su consagración a Jesús con María Inmaculada.
IX. Consagración
Los jóvenes que van a hacer la consagración (con una vela encendida en sus manos, si parece oportuno), recitan juntos, la oración:
A Jesús con María
¡Señor Jesús, a ejemplo de María,
quiero descubrirte!
Con ella, Madre de la Iglesia,
quiero ser presencia joven
en el seno de una comunidad servidora,
comprometiéndome con generosidad
a la evangelización.
¡Señor Jesús, a ejemplo de María,
quiero seguirte!
Con ella, hija predilecta de Dios Padre,
quiero ser como Tú, evangelizador de los pobres,
en fidelidad a la consagración bautismal,
siendo constructor de vida, amor y paz!
¡Señor Jesús, como María,
quiero amarte!
Con ella, Virgen orante,
llena del Espíritu Santo
quiero hacer de mi vida
un camino de Oración y Servicio,
en la sencillez y humildad,
asumiendo la espiritualidad del Magnificat.
¡Señor Jesús, como María,
quiero entregarme!
Con ella, la primera discípula,
quiero abrir mi corazón y mi mente a la misión,
para que los dones que Tú me has regalado
lleguen a los jóvenes del mundo,
siendo tus manos, Señor, para los demás.
¡Oh María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti!
X. Bendición de las Medallas
- Sacerdote: Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
- Jóvenes: Que hizo el cielo y la tierra.
- Sacerdote: El Señor esté con vosotros,
- Jóvenes: Y con tu espíritu.
- Sacerdote:
(fórmula 1):
Omnipotente y misericordioso Dios que, por las múltiples apariciones de la Inmaculada Virgen María en la tierra, continúas haciendo maravillas para la salvación de todos, derrama benignamente tu bendición sobre estas medallas (+) para que los que la reciban piadosamente y la lleven con devoción, sientan la protección de María y consigan tu misericordia. Por Jesucristo Nuestro Señor.
(fórmula 2) [5]:
O Dios, autor y consumador de la santidad, que llamas a los renacidos del agua y del Espíritu Santo a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, mira benignamente a tus siervos, que se preparan para recibir con devoción esta medalla en honor de la bienaventurada Virgen María Inmaculada, para que reproduzcan la imagen de Cristo, tu Hijo, y terminado felizmente el curso de esta vida, merezcan entrar en el gozo de tu casa, con la ayuda de la Virgen, Madre de Dios. Por Jesucristo Nuestro Señor.
- Jóvenes: Amén.
(El Sacerdote asperja con agua bendita las medallas).
XI. Entrega de las Medallas
El sacerdote ofrece la Medalla a cada miembro, diciendo:
«Recibe esta Medalla como signo de tu Consagración a Jesús con María Inmaculada. Obra de suerte que, con la ayuda de la Madre de Dios, te esfuerces día a día por revestirte de Cristo y dar testimonio de su Reino, para bien de la Iglesia y de los hombres».
XII. Fórmula de admisión de Juventud Mariana Vicenciana
El sacerdote se dirige a los miembros que se han consagrado, diciendo:
«Que Jesucristo les reciba entre los miembros de nuestra Asociación. Como María, sean signos vivos del amor de Dios en el mundo y por su fidelidad constante al Evangelio, sean levadura e instrumentos de salvación para toda la familia humana. Por Jesucristo, nuestro Señor, Amén».
XIII. Magnificat (cantado o recitado)
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones;
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí;
su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo;
dispersa a los soberbios de corazón,
Derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes.
A los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
– como lo había prometido a nuestros padres –
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
(Después de la ceremonia, los nombres de los nuevos miembros que se han consagrado son inscritos en el Libro de Registro de la Asociación nacional, junto con el día de su consagración. Posteriormente, el Consejo Nacional solicitará los certificados de Consagración Mariana correspondientes al Secretariado Internacional. (Para ello, deberá completar la Ficha de Consagración Mariana).
XIV. Conclusión del rito.
El celebrante concluye el rito diciendo:
Señor Dios Nuestro, que por la Inmaculada Virgen María asociada a tu Hijo de modo inefable, nos alegramos con la abundancia de tu bondad, concédenos propicio, que sostenidos por su maternal auxilio, nunca nos veamos privados de tu providente piedad, y que con fe libre, nos sometamos al misterio de tu redención. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
XV. Ágape fraterno
Al final, toda la comunidad puede reunirse para compartir una merienda.
[1] Para ello, recomendamos algunos artículos que sirvieron de base a la reflexión del Consejo Internacional y que pueden solicitar a nuestro Secretariado Internacional de Manila, Filipinas: PÉREZ FLORES Miguel, «Juventudes Marianas Vicencianas: La Consagración» en AA.VV, JMV, su espíritu y proyección apostólica (temas de reflexión). Madrid 1984, 133- 144. MARTÍNEZ SIERRA A, «Teología de la Consagración a María» en Sociedad Mariológica Española, LA CONSAGRACIÓN A MARÍA, Teología–Historia–Espiritualidad. (Estudios Marianos, Vol. II) Salamanca 1986, 19- 29. LUIS Ángel, «La Consagración a María en la vida y doctrina de Juan Pablo II» en Sociedad Mariológica Española, LA CONSAGRACIÓN A MARÍA, Teología–Historia–Espiritualidad. (Estudios Marianos, Vol. II) Salamanca 1986, 77- 112. DE FIORES Stefano, «Consagración Mariana y Consagración Bautismal» en Diccionario de Mariología, Paulinas, Madrid, 485- 495.
[2] Pío XII, Alocución a las Hijas de María, 11 de junio de 1945 (cf. 39 Apologías de las Congregaciones Marianas, SIPE-Estrella del Mar, Madrid. 71-72).
[3] RAHNER Karl, La Consagración a la Santísima Virgen en las Congregaciones Marianas: Sus aspectos teológicos y sus resonancias en la vida. Publicado en «Quatrième Centenaire des Congrégations Mariales», Roma 1963, 57-82.
[4] Cf. LAURENTIN René, Catherine Labouré et la Médaille Miraculeuse (1), 357.
[5] Nuevo texto aprobado por la Congregación del culto divino y la disciplina de los sacramentos, 30-04-1991.