El Rosario: un tesoro joven para redescubrir
Una oración sencilla y poderosa
El Rosario no es cosa de abuelas ni de conventos. San Juan Pablo II lo llamó un tesoro que merece ser recuperado. Es fácil de rezar y, al mismo tiempo, tiene una profundidad que nos puede cambiar la vida. Con cada Ave María, vamos recorriendo la historia de Jesús de la mano de María.
Mirar a Cristo con los ojos de María
Cuando rezamos el Rosario, aprendemos a mirar a Jesús como lo miró su Madre: con amor, con fe, con esperanza. María es la mejor maestra de contemplación, porque guardaba todo en su corazón. Rezar con Ella es como entrar en la escuela de la fe.
Misterios que iluminan la vida
Los misterios del Rosario son como ventanas abiertas a la vida de Cristo:
- Gozosos: la alegría de la Encarnación y la infancia de Jesús.
- Luminosos: los momentos de su vida pública (añadidos por Juan Pablo II).
- Dolorosos: el amor llevado hasta la cruz.
- Gloriosos: la victoria de la resurrección y la gloria del cielo.
Cada misterio toca nuestra propia vida: nuestras alegrías, sufrimientos, dudas y esperanzas.
Un método sencillo
San Juan Pablo II, en su carta apostólica ROSARIUM VIRGINIS MARIAE, explica cómo rezar el Rosario para que sea contemplativo y no mecánico:
- Enunciar el misterio (y, si puedes, mirar una imagen).
- Escuchar la Palabra de Dios (leer un versículo breve del Evangelio).
- Guardar un momento de silencio.
- Rezar el Padrenuestro.
- Rezar diez Avemarías, poniendo el corazón en el nombre de Jesús.
- Decir el Gloria, alabando a la Trinidad.
- Añadir una oración breve (jaculatoria) o pedir un fruto concreto del misterio.
- El Rosario, una cadena de amor
El rosario (las cuentas) no es solo un contador: es una cadena dulce que nos une a Dios, decía Bartolomé Longo. Al empezar con la cruz, nos recuerda que todo nace y termina en Cristo. Y nos une también entre nosotros, en comunión y fraternidad.
Una oración para hoy
El Rosario es actual porque:
- Construye paz: contemplar a Jesús, Príncipe de la Paz, nos hace pacificadores.
- Fortalece la familia: La familia que reza unida, permanece unida.
- Ayuda a los jóvenes: no es aburrido si se reza bien, con símbolos, cantos, imágenes y sobre todo con el corazón. Puede convertirse en un momento fuerte de encuentro con Jesús.
Una invitación personal
Juan Pablo II termina su carta pidiendo a todos: obispos, sacerdotes, teólogos, consagrados, familias, ancianos, enfermos y jóvenes que redescubramos esta oración. Él mismo lo puso en manos de la Virgen de Pompeya con estas palabras: «Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios… no te dejaremos jamás».
Para ti, joven de JMV:
El Rosario no es repetir por repetir. Es un camino, una aventura espiritual donde cada cuenta es un paso con Jesús y con María. Si te animas a rezarlo con calma, descubrirás que puede ser tu mejor playlist para el alma: una que no cansa, que acompaña siempre y que te llena de paz.
¿Y si hoy mismo lo pruebas?
Fuente: Basado en la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae de San Juan Pablo II (2002).
Recopilación y adaptación: Sor Isabel Higueras, H.C.
