Jubileo Roma 2025 – JMV España
Los jóvenes de JMV España vivieron con alegría y esperanza el Jubileo en Roma 2025. En medio de la universalidad de la Iglesia y el carisma vicenciano, experimentaron la gracia de volver a sus raíces, de reencontrarse con Dios y de redescubrir la fuerza de la comunidad. Hoy nos comparten sus testimonios de fe y de vida.
Testimonio de Joan Ruíz (Barcelona)
Lo que me animó a ir al Jubileo fue, en parte, que, después de una experiencia amarga en la JMJ con otra organización, sentía la necesidad de vivir algo distinto, de darme otra oportunidad para reencontrarme con Dios y con mis raíces vicencianas. Además, llevo toda mi vida vinculado a las Hijas de la Caridad. Estudié en su colegio, que con el tiempo cerró, y eso dejó en mí cierta nostalgia. Sin embargo, gracias a sor María del Mar, volvimos a retomar mucho del carisma vicenciano, y fue ella quien nos animó a participar en este Jubileo con JMV. Y la verdad, fue un regalo inmenso.
Roma no fue solo un destino en el mapa. Este Jubileo se convirtió en el lugar donde Dios me hizo regresar a casa, a JMV. Después de años lejos, me encontré de nuevo caminando con jóvenes que comparten mi fe, mi carisma y mis ganas de servir. Volver a ponerme la pañoleta, volver a caminar en comunidad, volver a sentirme parte de esta gran familia… ha sido como reencontrarme conmigo mismo.
Cada oración, cada abrazo, cada canto me recordaba quién soy y a qué estoy llamado. Y en medio de todo, sentí que san Vicente me susurraba al corazón: “No me detendré mientras haya un pobre que socorrer”. Esa frase dejó de ser solo palabras: se volvió una misión.
Por pura gracia de Dios, he sentido nacer en mí el deseo y la responsabilidad de que JMV vuelva a Cataluña. No quiero que esta llama se quede solo en mí; quiero que otros jóvenes también puedan experimentar lo que yo he vivido: una fe viva, una comunidad que sostiene y un amor que se traduce en servicio.
Vuelvo con el corazón lleno, con lágrimas que ya no son de nostalgia, sino de esperanza. Porque sé que este es solo el comienzo.
Testimonio de Alba Ballesteros (Puertollano)
No sabría cómo empezar esta reflexión sin sentir que dejo fuera tantos instantes, emociones y rostros que han marcado este camino. Emprender el viaje sola fue una de mis mayores dudas y, al mismo tiempo, mi mayor motivación. No sabía qué esperar, pero llevaba una mochila cargada de miedos, planes y un sincero deseo de dejarme sorprender.
Pronto comprendí algo que me atravesó el alma: no estaba sola. Aunque había venido sin compañía, Dios ya me había preparado el terreno y puesto en mi camino personas concretas para acompañarme y recordarme que su amor es real, cercano, tangible.
En mi día a día, las prisas y la rutina habían ido apagando la llama de mi fe. Me escondía tras el “no tengo tiempo” y me fui alejando de lo que me llena: la oración, el silencio, el encuentro con Dios. Este Jubileo ha sido para mí una sacudida y una caricia; un recordatorio de que Dios no se cansa de buscarme ni de esperar mi regreso.
He redescubierto que JMV no son solo unas siglas: es una familia, un hogar, una comunidad que acompaña y sostiene. Y aunque no sé qué me deparará el futuro, sé que fui, soy y seré parte de ella.
De todo lo vivido, me quedo con el pilar del servicio: mirar al pobre a los ojos y encontrar ahí el rostro de Dios. El amor que no se convierte en acción concreta es solo palabra vacía. Este encuentro me ha devuelto la alegría, la esperanza y la certeza de que soy hija muy amada del Padre.
Por eso, si algo quisiera transmitir es esto: no tengas miedo a estar solo, porque nunca lo estás. Dios camina contigo, a veces en el silencio, a veces escondido tras una sonrisa, pero siempre presente. Siempre fiel.
“Tener a Dios en tu barco no te asegura que no habrá tormentas, pero sí te asegura que el barco nunca se hundirá.”
Conclusión
El Jubileo en Roma 2025 no fue solo un encuentro, sino un nuevo envío. Lo que nuestros jóvenes han vivido es un recordatorio de que JMV sigue siendo un hogar donde la fe se hace misión, donde la esperanza se convierte en servicio y donde el amor de Cristo nos impulsa a salir al encuentro de los más pobres.
Que estos testimonios enciendan también en otros el deseo de caminar juntos en esta gran familia vicenciana. ¡A Jesús con María, peregrinos de esperanza!
